El norte de España en mi corazón

El norte de España realmente me sorprendió con su diversidad de paisajes, desde las playas doradas de Santander hasta los acantilados dramáticos de Ribadeo y los pueblos pesqueros como Cudillero.

Gijón y Santiago de Compostela son la perfecta combinación de historia y encanto, envueltas en verdes montañas y costas salvajes. Además, la gastronomía de la región es un deleite para el paladar: mariscos frescos, pescado, sidra y pulpo a la gallega, entre otros manjares típicos que hacen cada parada una experiencia inolvidable.

La ruta empezó con nuestra primera parada en Santander. Allí estuvimos 3 noches y 4 días, tiempo suficiente para disfrutar de todo lo que Santander tiene para ofrecer.

Santander, la elegante capital de Cantabria, combina historia, mar y montaña. Una de sus anécdotas más curiosas es el devastador incendio de 1941, que destruyó gran parte del casco antiguo, dando paso a su actual trazado moderno. El Paseo de Pereda, una de sus principales avenidas, bordea la bahía ofreciendo vistas espectaculares, mientras que la Calle Burgos y la Plaza Porticada son puntos clave para pasear y disfrutar de la vida local. Además, no puedes dejar de visitar la Península de la Magdalena, hogar del majestuoso Palacio de la Magdalena, que fue residencia de verano de la realeza española (sitio que no tuvimos tiempo de visitar jeje)

Nos encantó movernos por Santander en bici, todo estaba súper cerca y con sólo 20 minutos y disfrutando de las vistas te plantabas de una punta a la otra de la ciudad.

No te puedes perder lo helados Regma, su sabor es impresionante. Además, tuvimos la gran suerte cuando estábamos en Santander de ver una de las obras dentro del Festival de Santander que hacen los meses de Julio y Agosto.

Me quedo de Santander, ir a córrer por la mañana boreando el mar, la ruta que hicimos de los acantilados y sin duda, las ensaladas que nos partíamos de tomate y bonito que eran una pasada.

Santander, mar incesante,
te quiero por tu luz clara,
por tu cielo siempre en vela,
por tu sol que quema y canta,
por tus olas que me llevan
en sus espumas de plata.
— Gerardo Diego

Tras unas horas en el coche camino a Gijón tuvimos la gran idea de ir costeando una ruta por Ribadesella, Comillas, etc. Tomar algo por allí, disfrutar de sus vistas y la tranquilidad de esos pueblos pesqueros llenos de vida en estaciones como el verano.

Comillas, famosa por su arquitectura modernista, destaca por el Capricho de Gaudí y su imponente Universidad Pontificia, mientras que sus calles empedradas y su cercanía a la costa invitan al paseo. La gastronomía aquí se nutre de mariscos frescos, como los percebes y las almejas, además de cocidos montañeses típicos de la zona.

Ribadesella, a orillas del río Sella, ofrece paisajes espectaculares con sus acantilados y playas, como la de Santa Marina. Este encantador pueblo pesquero es también famoso por su sidra asturiana y platos como la fabada o la merluza a la sidra, que reflejan lo mejor del mar Cantábrico. Ambos pueblos son una delicia para los sentidos, combinando tradición, mar y buena mesa.

Tengo que reconocer que no soy mucho de coche, me canso rápido del paisaje, me incomoda el asiento o ir de copiloto, pero disfrutar de las vistas de todos estos pueblos, las carreteras con bosques frondosos me encantaron. Fue un día maravilloso.

Llegamos a Gijón por la tarde casi y tuvimos un pequeño percance con nuestra pensión que nos hizo cambiar de sitio en el que nos alojábamos. Por suerte no nos impidió disfrutar de unos maravillosos días por Gijón.

Fuimos a ver un Llagar (sitio dónde se elabora la sidra y realmente fue una experiencia increíble). Una pena no haberme podido llevar una caja de sidra porque me gustaba mucho, me recordaba a la kombucha pero tanto por el tema avión como por el tema transporte que se sabe que la sidra cambia de sabor cuando se transporta por eso siempre se suele consumir más en la zona donde se produce, es más sensible que el vino.

Pasear por sus calles, ir a museos, hacer rutas increíbles por sus alrededores, comer un buen cachopo o una lubina que en vez de para dos era para una familia entera es algo de lo recuero que más me gustó de esos días. Recorrernos el jardín botánico de Gijón sin saber muy bien si estábamos en otro sitio porque era inmenso y espectacular.

Realmente fueron unos días por Gijón muy bonitos y la ciudad me sorprendió mucho.

Gijón, la mayor ciudad de Asturias, combina su rica historia con la modernidad de una vibrante ciudad costera. Con orígenes romanos visibles en las Termas de Campo Valdés, su puerto y el Barrio de Cimavilla cuentan historias de marineros y pescadores. En el siglo XIX, Gijón se transformó en un importante centro industrial, pero ha sabido mantener su encanto tradicional. Entre sus principales atractivos, puedes pasear por la icónica Playa de San Lorenzo o disfrutar de las vistas desde el Cerro de Santa Catalina.

Los siguientes días fueron un descubrimiento contínuo de pueblos cuál más bonito.

Un viaje de tradición y naturaleza, una experiencia inolvidable en el corazón del noroeste de España.

Ribadeo, con sus impresionantes playas de las Catedrales, es la puerta de entrada desde el Cantábrico, donde los acantilados y las formaciones rocosas parecen esculpidas por el tiempo. Desde aquí, el viaje continúa hacia Vilalba, en el interior de Lugo, tierra de quesos y paisajes rurales. Su icónica Torre de los Andrade es testigo de siglos de historia, mientras que su gastronomía destaca por el delicioso queso de San Simón, un manjar local.

Finalmente, Arzúa, en el corazón del Camino de Santiago, recibe a los peregrinos con la hospitalidad gallega. Realmente ves que este pueblo tiene mucha afluencia de peregrinos (es un punto de unión entre el camino Francés y el del Norte.

El Camino Francés es la ruta más popular y transitada, que llega a Arzúa desde Roncesvalles, cruzando gran parte de la península. Por otro lado, el Camino del Norte, que bordea la costa cantábrica, se desvía tierra adentro para encontrarse con el Camino Francés en Arzúa, a pocos días de llegar a Santiago de Compostela. Este cruce convierte a Arzúa en un punto clave para los peregrinos, y su hospitalidad y tradición quesera hacen que sea una parada obligada.

Conocida por su famoso queso de Arzúa-Ulloa, este pequeño pueblo es un rincón verde donde la tradición agrícola y la vida tranquila se funden con la espiritualidad del camino. Juntos, estos tres lugares invitan a un viaje lleno de paisajes espectaculares, historia y sabores auténticos. Realmente fue impresionante. La temperatura, los paisajes, la tranquilidad. Realmente lo único que echaba en falta de esos días allí eran las leches vegetales en los bares cuando iba a pedir un café jaja.

Buen Camino
— un saludo entre peregrinos que refleja el espíritu de compañerismo, apoyo y buenos deseos en la travesía hacia Santiago de Compostela.

Y por último, Santiago de Compostela. ¿Qué puedo decir de esta maravillosa ciudad? Una ciudad que recoge miles y miles de historias cada año y sigue siendo un faro para muchas personas. Realmente me emociona pensar todo lo que pasa en esa ciudad.

Lo que no os he contado es que yo iba hacer el camino de Santiago este año en bici, pero por miedos e inseguridades aún conmigo misma decidí que no era un buen momento. Pero después de estos días tan maravillosos, rodeada de camino del norte, paisaje, historias que conmocionan y mucho más decidimos que el año que viene haríamos alguno de los tramos.

Realmente quiero vivir la sensación de llegar a Santiago después de haber hecho ese esfuerzo físico y mental. Sé que no voy a olvidar esa sensación.

La Plaza del Obradoiro, frente a la catedral, es un lugar impresionante rodeado por edificios históricos como el Hostal de los Reyes Católicos y el Palacio de Raxoi.

Pasear por el Casco Antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad, es una experiencia que transporta al pasado, con sus calles empedradas y sus mercados tradicionales, como el Mercado de Abastos, lleno de productos locales. Además, Santiago ofrece museos como el Museo del Pueblo Gallego y una vibrante vida cultural con conciertos, festivales y su animada escena gastronómica. Aquí, puedes disfrutar de platos gallegos como el pulpo a la gallega, la empanada y las filloas.

Ha sido un viaje curativo en muchos aspectos, de tiempo para pensar, reflexionar en todo lo vivido, en mirar a mi alrededor y sentirme feliz con todo lo que tengo y soy. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de un viaje, de comer delante del mar, de leer encima del césped, del silencio de las calles y de mi espiritualidad .

Con mucho cariño siempre,

Cristina


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